La hormiga




Hay una hormiga entre dos piedras marinas, varadas entre mi mundo y el mundo del agua.

El aire dibuja surcos en mi cara y separa mis pestañas. Soy un anfitrión que perdió la paciencia y añora su soledad.

La hormiga se entretiene demasiado, por eso le ayudo con el gesto de un dios. Una dádiva que no acierta a comprender, tan aleatoria como nuestro encuentro en un lugar que no me pertenece.

La juzgo extraña en la playa, pero creo que es ella la que me ha marcado con el signo del intruso. Porque ella se sabe de aquí, de la rompiente.


Laura G. Recas

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