Sentada frente a un auditorio que exhalaba cariño, como un rompecabezas, mis fuerzas se recomponían.
Hablar con los versos, escritos en la soledad del campo de entrenamiento de la vida, es una semifinal para el corazón.
En el piso de arriba, los televisores retransmitían el partido de fútbol entre España y Honduras. En el piso de abajo, mis palabras rodaban sobre el césped de la poesía.
En el piso de arriba, los televisores retransmitían el partido de fútbol entre España y Honduras. En el piso de abajo, mis palabras rodaban sobre el césped de la poesía.
Desde el córner de la mesa, centraba los versos para probar el remate de oídos expertos y atentos.
Por las bandas, subían los alientos, en el centro del campo, triangulaban las sonrisas y la defensa protegía los tres palos de la puerta para que no se escapara ni uno sólo de mis sonidos.
Se puede jugar con el esférico don de la palabra a taladrar las redes más hermosas, las que escuchan y se involucran en el pequeño mundo que expongo sobre un campo minado de sinceridades.
Mis verdades, como requisito, pitaron el final del encuentro.
Por las bandas, subían los alientos, en el centro del campo, triangulaban las sonrisas y la defensa protegía los tres palos de la puerta para que no se escapara ni uno sólo de mis sonidos.
Se puede jugar con el esférico don de la palabra a taladrar las redes más hermosas, las que escuchan y se involucran en el pequeño mundo que expongo sobre un campo minado de sinceridades.
Mis verdades, como requisito, pitaron el final del encuentro.
Creo que he ganado el partido a la hondura de esta primavera, enraizada en el invierno.
Gracias a todos los que jugasteis conmigo, a todos los que no pudisteis alinearos, a Teodoro Rubio, al Hogar de Ávila, a Covadonga Morales, a mi hija, a mi madre y a ti, que siempre estás a mi lado.
No hubiera podido marcar sin un equipo.
Gracias a todos los que jugasteis conmigo, a todos los que no pudisteis alinearos, a Teodoro Rubio, al Hogar de Ávila, a Covadonga Morales, a mi hija, a mi madre y a ti, que siempre estás a mi lado.
No hubiera podido marcar sin un equipo.
Laura Gómez Recas
Fotografía, de Santiago Tena
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