Anida bajo piel, encadenada
al sentir y deber del alimento,
hecho fuego voraz, hecho sarmiento
como única verdad calcificada.
Anida bajo piel, la vuelve alada,
trepanando el vil hueso ceniciento
hasta llegar al alma, en un momento,
y convertirla en alma enamorada.
No habrá noche de oscura letanía
ni lágrimas de llanto escarnecido
ni cenizas y polvo en tumba umbría;
amor, como un milagro amanecido
que devora la sangre y desconfía
de espíritu, razón, vida y sentido.
Laura Gómez Recas
Fotografía: Jacqueline Lourter