
Entre el viento y la cortina,
cuajar la luna sobre la sombra
extraída del cielo gris.
Caramelizar las nubes entre unos versos
y los jugos del pomelo y de la fresa
verter sobre la falda, poco a poco.
Tres o cuatro conversaciones,
una caricia arrebatada a los naranjos
y un tercio de la medida utilizada
lleno de tactos y soledades:
todo junto se bate con la aguja del reloj.
A parte,
se arma un lecho con rodajas de frescura
en adobo de calma y profundidades,
que se adereza con la menta de la risa.
Meter al horno,
lentamente.
Doscientos,
doscientos diez grados de luz.
Transcurrida la noche, retirar y desmoldar la razón.
Laura Gómez Recas