Réquiem de Otoño. La palabra "corazón".

Domingo 12 de diciembre de 2010. En la Sacramental de San Justo en Madrid.
Mi mirada bajo un velo negro deshizo el hechizo de la muerte. Las tumbas ceñidas a la tierra nos hablaron de la grandeza que guardaban y supimos que hay algo más importante que la vida: la luz que algunos hombres y mujeres han dejado desperdigada a su paso por ella y permanece inmutable afincada en los senderos de la palabra.

La palabra, como una fuente inagotable. Aquellos que la utilizaron para derramar la idea y edificar el manantial, el arroyo, el río... son aquellos a los que les debemos la posesión del océano. Nuestro.

Esta mañana, hemos rendido homenaje a algunas de esas personas que nos hacen sentir esa posesión, incluso después de muertos. Mi humilde homenaje a Mariano José de Larra fue leer este texto que aquí reproduzco. Mi intención era leer, pero algo transformó la lectura en una liturgia de emoción que clavó cada palabra en mi alma.

Se me quebró la voz en su "silencio" y una lágrima deshizo la palabra "corazón".

FRAGMENTO DE "DÍA DE DIFUNTOS DE 1836"
Mariano José de Larra
"(...) Pero ya anochecía, y también era hora de retiro para mí. Tendí una última ojeada sobre el vasto cementerio. Olía a muerte próxima. Los perros ladraban con aquel aullido prolongado, intérprete de su instinto agorero; el gran coloso, la inmensa capital, toda ella se removía como un moribundo que tantea la ropa; entonces, no vi más que un gran sepulcro; una inmensa lápida se disponía a cubrirle como una ancha tumba. No había aquí yace todavía; pero el escultor no quería mentir; pero los nombres del difunto saltaban a la vista ya distintamente delineados.

¡Fuera, exclamé, la horrible pesadilla, fuera! ¡Libertad! ¡Constitución! ¡Tres veces! ¡Opinión nacional! ¡Emigración! ¡Vergüenza! ¡Discordia! Todas estas palabras parecían repetirme a un tiempo los últimos ecos del clamor general de las campanas del Día de Difuntos de 1836.

Una nube sombría lo envolvió todo. Era la noche. El frío de la noche helaba mis venas. Quise salir violentamente del horrible cementerio. Quise refugiarme en mi propio corazón, lleno no ha mucho de vida, de ilusiones, de deseos.

¡Santo cielo! También otro cementerio. Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! ¡Aquí yace la esperanza!

¡Silencio, silencio!"



1 comentario:

  1. Impresionante texto.
    No es extraño que te conmovieras al leerlo. En ese ambiente lo extraño es que llegaras a la palabra corazón.

    Besos.

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