Invoco al miedo
que encoje el alma cuando te ausentas,
no del pecho manzana que me cubre,
sino del ser ignoto que te alienta en
el beso.
Me ha dicho el miedo
que te olvide y acuda a la magia
inaprensible
de las cosas que libran la batalla
fuera del mapa que navegas con tu amor.
He cedido al fin y, acorralada,
siento la presión de la rompiente
entre costillas
y el hálito salado del mar sobre la
lengua.
Y espero aquí, con el ahogo de la
espuma,
que seas tú quien quiebre la tendencia
hacia el fondo.
Puede que las sirenas, esos seres
odiosos,
luzcan verdín, como yo, en los ojos.
De tanto amarte en tibieza están
dorados,
y cada golpe de mar me recuerda
que fuiste tú quien ancló sus manos
en mi cuerpo
y amamantó mi boca con raíces y grisura.
y amamantó mi boca con raíces y grisura.
Laura Gómez Recas, 2010
Fotografía: William Dalton
Cambiazo en Hortus Liber. Dolorosamente contundente es el poema. Besos, amiga. Siempre.
ResponderEliminarMuchacha del verdín en los ojos, no escuches las palabras del miedo, es un conocido impostor.
ResponderEliminarEscribe, eso sí, otros lo disfrutaremos.
Salud-itos
Del miedo y sus esporas. Del amor, en suma. Buen poema, Laura.
ResponderEliminarToda la luz.
Desgarrador, como todos los desamores, como todas las entregas. "...Y espero aquí, con el ahogo de la espuma,..." No se puede expresar mejor el nudo en la garganta. Un beso, Laura.
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