Incómoda se mece sobre la infeliz curva
de una ruina decrépita. Se arrastra con desidia,
pese a la humillación, desdeña la repulsa
e incapaz de cesar, devora cuanto puede
y se suicida.
Olvida el mundo que estremece el alma y la aclimata a la soberbia y en el que la vanidad unge lo que somos piel adentro. Ven y desnúdate, relaja el músculo de la pose y mira hacia dentro, hacia el derroche de luz que alumbra la única verdad que te sostiene.
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