Enquistada en la entraña, con cautela de ofidio,
el rigor de la rabia, el rencor y los celos,
se enrosca a su objetivo y arrastra la inocencia
hasta el cubil oscuro donde pudre su cuerpo
y su codicia.
Olvida el mundo que estremece el alma y la aclimata a la soberbia y en el que la vanidad unge lo que somos piel adentro. Ven y desnúdate, relaja el músculo de la pose y mira hacia dentro, hacia el derroche de luz que alumbra la única verdad que te sostiene.
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