¿Por qué me das calor
si una llama verde me alumbra?
¿Por qué esa voracidad herbívora
codicia las leñosas lindes de mi ser?
¿Por qué la idolatría a la vileza
apacigua tu abdomen
y sacia al dios de la inconsciencia?
¿Por qué veneras al amo y señor de la cerilla
y no enjuagas tu aliento con la lluvia?
Entre las nervudas hojas y los musgos,
entre las flores, las bayas, los esquejes,
entre los tallos que fondean bajo tierra,
aspirando humedades y silencios,
hay una inmóvil presencia que te tiembla,
y que acusa al canalla que te atiza.
A Javier Heras, poeta y profesor
Mmmmm, muchas lecturas tiene este poema, desde la búsqueda de la propia identidad, pasando por la autoreafirmación hasta llegar a los malos tratos. Sí, un poema abierto, de los que yo llamo de estructura piramidal, en cuya base descansa el peso del conjunto con todo su volumen.
ResponderEliminarUn abracísimo, y qué envídia me da lo del encuentro en la Lobera.... yo solía acudir a los encuentros del "Cerro de los versos", así que probablemente a muchos de los que os encontrareis allí los conozca.
Marian
Suerte en el encuentro poético..
ResponderEliminarHermoso poema nos regalas..
Gracias por compartirlo
Un abrazo
Con mis Saludos fraternos de siempre..
y entonces fuimos bosque...besos.
ResponderEliminarSupongo que a cada cuál le sugiere algo distinto. A mí me sugiere naturaleza y libertad, me sugiere verde esperanza frente al fuego que todo lo abrasa. Como siempre, me ha encantado.
ResponderEliminarHola, Marian. ¡Vaya lectura la tuya! Has llegado muy lejos. Es cierto que tiene connotaciones variadas. No obstante, pretende ser una increpación al fuego.
ResponderEliminarEl poema lo leeré, si llego a tiempo, en el castillo de Arenas, en el recital-homenaje a Javier Heras que murió, alcanzado por el fuego de este pasado mes de julio, en su propia casa. Era profesor de secundaria retirado y poeta.
El encuentro será un éxito seguro. El lugar es propicio y los asistentes factores altamente estimulantes. Hablaré de ti. Porque me chifla como escribes. Eres de lo mejor que leo últimamente y te hablo de internet y de publicaciones con "sello" y apellidos consagrados. Carlos Serra va a ir. Le conocí allí el año pasado y hemos creado una gran amistad a distancia. Sé que le conoces.
Te dejo un beso enorme y te felicito, de nuevo, por esa primera estrofa del poema que has publicado hoy en tu blog. Es magnífico ese texto, Marian.
Laura
Adolfo, muchísimas gracias por tu visita, por tu lectura y por dejarme el rastro de tu presencia.
ResponderEliminarUn abrazo,
Laura
Fernando: bosque somos todos en algún momento, y todos, en algún momento, somos bosque acosado por el fuego. Como en la lectura que ha hecho Marian, fuegos hay tantos...
ResponderEliminarUn beso grande, asignatura pendiente.
Laura
Dana. ¡Qué bien encontrarte! Lo importante de la poesía es eso, supongo, que sugiera y cuantas más cosas, mejor.
ResponderEliminarMe gusta tu sugestión.
Un beso
Laura
Detrás del fuego
ResponderEliminaravizora la muerte,
mana la vida.
Un beso
PS: ¡Qué "envidia" el Encuentro de Arenas! ¡Disfrútalo!
Laura: muchas gracias por tu comentario sobre mi soneto al petirrojo. Es que tengo uno en mi jardín que me vuelve loco, porque me quiere y come de mi mano y luego se va. Algún vestigio del 27 me indicas, lo que me llena de orgullo inmerecido. A lo mejor es que me quedó algo de Gerardo, que fué el padrino de mi boda. Un saludo muy cariñoso.
ResponderEliminarNoray, qué lectura más positiva. Gracias.
ResponderEliminarY... sí, espero disfrutarlo.
Un beso orillado y sincero.
Laura
¡Fernando! Gracias por contestarme. El soneto me gustó. Mucho. Sabes que no es fácil que mane natural y suave su lectura. Es un poema duramente encorsetado. Eso es lo maravilloso, lo que me atrae del soneto: que pese a esa esclavitud y esas cadenas, hay escritores que consiguen hacerlos volátiles y libres. Paradojas del lenguaje poético, que tú, sobradamente, entenderás.
ResponderEliminarLo del 27, es cierto. Hay un tono que me lo recuerda. La ligereza y el baile de las palabras, los diminutivos, la sensualidad inocente de algunos versos, una forma de escribir nutrida en extremo y vaporosa a la vez.
Lo de Gerardo, ¿es verdad? ¡Glub! Suerte la tuya. Yo conozco a su hija. Todos los años inaugura en enero nuestra tertulia "Gerardo Diego" en el café de Oriente de Madrid. Anímate y ven. Ella estará allí el último sábado de enero.
Un beso. Y... feliz de haberte encontrado.
Laura
Laura: estoy casado con una sobrina de Gerardo,que se llama Flora Diego. Elena Diego es su prima y muy amiga nuestra. Salúdale de mi parte a ella y a su marido Saulo. Un abrazo.
ResponderEliminarMe encanta Laura. Escribes muy muy bien. un abrazo
ResponderEliminarLo haré, Fernando, lo prometo.
ResponderEliminar:)
Milagros, llega tu compañía y me alegra. Gracias por tu piropo. No sé si cierto; pero sí, sincero.
ResponderEliminarBesos,mil.
Laura
Terrible aquel injusto incendio. No hubiese identificado a Javier Heras como su víctima de no haber sido por tu comentario.
ResponderEliminarAhora cobra todo su sentido tu poema como imprecación contra ese injusto fuego.
Ahora se hacen inmensos tus versos finales:
"hay una inmóvil presencia que te tiembla,
y que acusa al canalla que te atiza."
Disfruta de la velada de mañana.
Besos.
Hola, Ybris.
ResponderEliminarNo quise indicar su categoría de víctima en la dedicatoria. Antes que víctima, profesor y poeta. El poema es abierto, como todos los poemas y depende de nosotros mismos lo que nos sugiera. Pero sí. Con mi explicación se centra más en el estricto sentido con que lo escribí.
Gracias por tu lectura y por tu deseo.
Laura
Laura te encontré, no se si me recuerdas de Madrid, despues del Café Gijón.
ResponderEliminarHermosas tus letras, nos seguimos.
Un abrazo y que el encuentro vaya precioso si vas.
Rocío
¡Claro que te recuerdo, Rocío! ¡Menuda caminata inútil nos metimos entre pecho y espalda!
ResponderEliminarGracias por tu visita y por tu apoyo.
Un beso
Laura
Te veo en ese fuego, en ese crepitar, en esa furia purificadora.Te veo pidiendo lluvia y humedad, refugiándote en el útero en las entrañas de lo que aún es verde y no puede secarse.Es una imagen poética de gran fuerza y calidad laura. Me gusta muchísimo el versofinal.Pasadlo bien en la lobera.Te mando un abrazo enorme.siéntelo...
ResponderEliminarHola, Marisa. ¡Pues claro que lo siento! Tu calor es inconfundible y magnífico; no como el calor del fuego inútil que nos arrebata lo que más nos duele por fuera y por dentro.
ResponderEliminarYa te contaremos. Te echaremos de menos.
Besos
Laura
Emotivo homenaje, Laura. Ojalá sirva para denunciar ese terror del fuego inútil y asesino. Nunca más. Recuerdo como una de las imágenes más crueles del verano la pavorosa humareda visible desde la N-5 mientras conducía camino de Talavera. Me viene a la memoria un viejo título de Francisco Candel, «Han matado a un hombre, han roto un paisaje». En ocasiones como ésta, poner nombre a las cosas es un pobre consuelo, pero es necesario. Imprescindible. Que vuestras voces sirvan para sembrar un poco de esperanza en medio de tanta desolación. Un beso.
ResponderEliminarAlfredo J. Ramos http://letraclara.blogspot.com/
A mi me huele a Castilla este poema.
ResponderEliminarUn Saludo
Alfredo,
ResponderEliminarte doy las gracias por tus palabras y me llena de orgullo que este humilde poema te haya llegado tanto.
El recital-homenaje resultó un acto emotivo, lleno de palabras en recuerdo de Javier. Me siento orgullosa de haber formado parte de él. Javier fue un hombre que quiso defender su hogar y sus versos del horrible avance de las llamas y dió su vida por ello.
Un abrazo grande,
Laura
Edu, gracias por tu lectura y por esa sensación.
ResponderEliminarUn abrazo,
Laura
En esta bellísima poesía he podido conocer a Javier y me he sentido anonadado pensando en su aquelarre de humo, chispas y rescoldos, sin el necesario aliento de la lluvia que no pudo superar. Preciosas metáforas de humedades y silencios que asisten a la experiencia de un muerte desde el subsuelo de un monte en llamas. La muerte de un poeta por el fuego eleva su vida a la dignidad de lo trascendental.
ResponderEliminarEl fuego asume su condición terrible a veces otras vivificante. No es el fuego el culpable...el verdadero verdugo es el hombre que aprendiendo a dominarlo lo utiliza despiadadamente para destruir cientos de años de callada construcción, de vidas inocentes.
ResponderEliminarTus versos una vez más acarician cuanto tocan, son bellos y llenos de una especial ternura...desde Zuhaitz-Ondoan...azpeitia
Cómo me alegro haber podido transmitirte ese sentimiento, Fernando. Es exacto. La locomotora del poema. La muerte del poeta, en el subsuelo de ese bosque que tiembla y le tiembla. Un hombre que prefirió defender su poesía y su hogar con su vida a rendirle tan caro tributo al fuego.
ResponderEliminarEs una responsabilidad muy grande poetizar sobre ello.
Con todo mi respeto para alguien que dedicó su vida a dos actividades maravillosas: enseñar a los demás y escribirse a sí mismo.
Un abrazo, Fernando.
Azpeitia.
ResponderEliminarEs por eso que el poema termina con la acusación al ser humano. El fuego, por sí sólo, es un factor de renovación. Somos nosotros quienes le incitamos y le utilizamos. Esos desalmados que no tienen alma porque se les moriría cuando ver arder un bosque.
Gracias por tu lectura.
Laura