¿Por qué me das calor
si una llama verde me alumbra?
¿Por qué esa voracidad herbívora
codicia las leñosas lindes de mi ser?
¿Por qué la idolatría a la vileza
apacigua tu abdomen
y sacia al dios de la inconsciencia?
¿Por qué veneras al amo y señor de la cerilla
y no enjuagas tu aliento con la lluvia?
Entre las nervudas hojas y los musgos,
entre las flores, las bayas, los esquejes,
entre los tallos que fondean bajo tierra,
aspirando humedades y silencios,
hay una inmóvil presencia que te tiembla,
y que acusa al canalla que te atiza.
A Javier Heras, poeta y profesor