A Estela, a Eloy y a Elías.
El vuelo de un ave migratoria
gira sobre la tarima del tiempo,
aletea...
y el terral surge a espirales,
zambullidas en el aire que respiro.
Hay una nota nacida en la guitarra
en un rincón del teatro improvisado,
escenario donde juega la poesía
a ser nube de lluvia que desborda.
Hay una voz, en llamas, de varón
que incendia sin fuego la ternura,
una voz que cruje entre las vigas
y rebasa, masculina, los umbrales.
Hay un poeta que, ausente, está presente
y una magia que mata la madera
a taconazos de enjambres presentidos,
salpica con el alma las paredes
y sella el zaguán de la palabra.
La danza de su cuerpo es un poema
de brazos y raíces sobre el torso,
del rizo de su pelo ensortijado
marcando en cada paso un hemistiquio:
de siete en siete, va rimando;
de palma en palma, va llorando;
de giro en giro, enamorando.
Laura G. Recas
Fotografía: "La Lobera de Gredos"
A. Fernangómez