Dices que mermo tus celdas habitables
cada vez que mis palabras se alzan e impacientan
y que el día es un camino irresoluble,
interrogante abierto sin puntos suspensivos.
Entre el azul comatoso de la alcoba
y el cobalto del verbo que está ausente,
se enredan como bucles nuestros dedos
y no encuentran el cuerpo que hay al lado.
Horas de rémora en el topacio de los sueños,
irrecuperables por la solidez de nuestros labios,
se han ido apalancando entre las sábanas
y engendran una prole adherida a la pared.
Ya no encuentras el oro en mi garganta
porque solo hay espacio en busca de la ola
y no la gruta generosa de la dádiva dorada.
Anidaron mis aves en la espalda de la luna,
en el reino de la sombra,
donde el negro dicta del amor los desatinos.
Las cárceles se abrieron con lima de metales
forjados al calor de mis hogueras
y no hallas el cobijo de mi carne
porque el hueso subsiste en desnudez
y hay vaho en los tejidos que te sienten.
©"Desiderátum", Laura G. Recas