
Encerrados todos los suplicios,
los suspiros reinciden.
Son la llave
que abre en canal el universo
y dicta a sangre la sentencia.
Quiso el destino la insolencia,
maldecir,
llenarse de codicia,
enajenar el alma del que escucha
y arrasar el surco
regadío.
Quiso revolcarse por la gándara,
desasir el agua de la gleba
y dotar de hedor
a la espesura
de lo puro, lo blanco,
lo sencillo.
Laura Gómez Recas