Cambiamos de color


Cambio sugerido por el notable hijo de Alcalá de Henares, don Jesús Arroyo, ante un plato de postre compuesto por una bola de frambuesa y media rodaja de piña con color de mandarina.

Esperamos que este cambio en el color de la piña arroje claridad a la lectura de los poemas aquí publicados. La frambuesa sigue intacta, dando fe del orgullo de la autora.

Mi vida y mi silencio



Entre los dedos hallaste mi muerte,
entre sus dedos sumida,
agazapada
en un lecho de impiedad.
Sobre su carne, tu mano;
sobre su piel, tu deseo.

Diez a diez,
la conciencia de mis ojos
cortó el hilo que en mis labios
hilvanó la saliva de tu boca.
Vertido el frío en la piel,
supe del aire el desprecio,
la insolencia que se hundía
sobre sus manos,
entre mi pecho,
entre sus manos.

Entre tus manos,
mi vida y mi silencio.

No hubo lágrima ni amor taladrado,
ni corazón cuajado de humedad...
solo del repudio un dolor seco,
pútrido olor de carmesí, cercándome,
y el gusano atroz de la desvergüenza
tomando la caverna de mi cuerpo,
hueco, porque la mentira es la nada
y la nada son tus manos,
ávidas de dar muerte entre sus dedos
al ser que a tu lado se licuaba y deshacía.

Laura Gómez Recas
Fotografía de Jaime G. Recas

Indolencia



Odio la indolencia, la aborrezco,
como odio sumar negativos
y mentirme y que me mientan.

Dónde decirte de sublime tu voz
es toda falsa,
dónde escarbar contra la merma
entre una gándara de alabanzas,
dónde modificar el pulso
para certificar que ocupo casi un trono
de reina decapitada.

Para qué decirte que siento mi mentira
en cada palabra que delatas al mundo
y que no atisbo luz ni en una frase
pues me sé fuera de ti
como ángel de paso que cae
y bajo las alas se deshace entre la muerte.

Para qué decirte mi batalla,
si tu batalla es toda una mentira,
bajo la piel de mi cuello es una hiena
y culebra en el sótano
que en ti procuro.

Odio la indolencia, la aborrezco,
como sugerencia de ser ni eres ni soy,
no somos nada, nada nunca fuimos,
no llego a ti y tú de nada llegas,
ni das, ni alimentas, ni eliminas,
ni siento nada, mientras todo siento
porque no sé quererte sin quererte,
ni sé entender la queja si no quieres.


Laura Gómez Recas
Fotografía: Brandan

Cuando comprendo

Por, para Cristina L. Rojo

Cuando comprendo
toda sombra me cubre
toda intuición
abotona mis ojos
para verme distante,
fuera de mí.

Y me avergüenzo
de mentirme despacio
como se miente el mar
cuando besa la orilla
y con besos la engulle
para no verla.


Laura Gómez Recas
"Marina", óleo sobre lienzo, Jaime G. Recas

Como gota de ámbar



He perdido una cuenta de collar entre los senos.
Resbaló, traidora,
como gota de ámbar,
imparable su descenso hasta mi alcoba.
Creo que el calor la derritió
porque hay un sabor a miel
sobre tus labios.


Laura Gómez Recas
Fotografía: "Ámbar", de Brandan

Atadura de lo etéreo



(Sentido, no pensado)


Inclino la sangre en el cauce que navega su corriente para acercarme a las orillas y serme en la gelatina de la carne, y notar mi vientre y su desmesura, y soldar las fibras como atadura de lo etéreo para no volatilizarme.

Siento que me vuelo cuando te sostengo sobre la piel de mi cuello.


Laura Gómez Recas
Imagen: "Fast Gas Bullet from Cosmic Blast N49"
Fuente: NASA

De golpe



Contaba los pasos del silencio,
con la punta de los dedos desdecía,
lloraba sequedades en clausura,
aspiraba la bruma por los ojos.

Se esculpieron tus besos en mortaja
y la tumba se cerró sin avisarme.


Laura Gómez Recas
Fotografía: "Sun halo", de Nagy Attila
(NASA)

Antologías


Mi agradecimiento a Fernando Sabido Sánchez por incluirme en dos antologías poéticas en la red:


Y



(...)

Un renglón ajado en el escote
una coma que exige del recuerdo
marcar la decadencia al punto y coma;
y el tacón que eleva la cadera
y somete el caminar hacia los versos.

Es de locos saber



A callarme la boca obliga el pulso
de la lágrima abismo en la locura,
el dolor amamanta mi lectura
cuando leo tu verso en mal convulso.

La locura te nubla en el recuerdo
de una noche de truenos encendidos
que sacaba a bocados alaridos
de entre todas las rosas del acuerdo.

Pues es loco este duende que te llama,
es locura la tez de lo que siento
y es de locos saber que aún así ama.

No hay dolor que en desánimo consiga
aliviar el amor de mi alimento
pese a ser su picor el de la ortiga.


Laura Gómez Recas
Fotografía: Norfolk Daily News/Jake Wragges

El verso, como látigo perdido



Como desbrozo del sendero en el que avanzo,
he despegado con los dedos nebulosas
que desprendieron calor en el frontis de mi cuello
cuando tu boca anheló ser de mi carne el cuchillo
y tus dientes silenciaron la fiereza con caricias.

Ahora, la serpiente envuelve el tallo
que sostiene la fronda genital que nos domina
y tu voz se perpetúa, anida en verso,
contorsiona la piel con aspereza de canela
y sobrevuela, como ventisca,
hacia tu cuerpo expuesta mi llanura,
de eritema enferma bajo tu incandescencia;

pues en la grieta que abastece el rompeolas
se agolpan los pulsos de mi sangre
cuando tus ojos se desperdigan en mi pecho
y siento el verso como látigo perdido
en golpe de irritante adversidad.

Entre las ramas de tus brazos
se desvanece todo viento,
bajo tu peso me percibo hembra,
solitaria en la tierra que prometes,
única mujer, alimentando tu boca
desde el púlpito adherido a mi nave,
de carnal vigor desbaratada
por el roce viril de tu embestida.

Herida en el tránsito a la crujía
que mis manos adoran de ti,
me estrecho sin definir distancias,
inerte bajo tu beso.
Salvaje, tu dogma sostiene la mirada
y me esclaviza
con nudos en agua encadenados
sobre el alimento que me soy...
y que devoras.


Laura Gómez Recas
Imagen: "Desnudo", Clara Tengonoff¨
(Óleo sobre lienzo)

Crónica de un encuentro

Fue el día más largo del año, el día que abrió el marcador del verano que ya nos suma.

Sentada frente a un auditorio que exhalaba cariño, como un rompecabezas, mis fuerzas se recomponían.

Hablar con los versos, escritos en la soledad del campo de entrenamiento de la vida, es una semifinal para el corazón.

En el piso de arriba, los televisores retransmitían el partido de fútbol entre España y Honduras. En el piso de abajo, mis palabras rodaban sobre el césped de la poesía.

Desde el córner de la mesa, centraba los versos para probar el remate de oídos expertos y atentos.
Por las bandas, subían los alientos, en el centro del campo, triangulaban las sonrisas y la defensa protegía los tres palos de la puerta para que no se escapara ni uno sólo de mis sonidos.

Se puede jugar con el esférico don de la palabra a taladrar las redes más hermosas, las que escuchan y se involucran en el pequeño mundo que expongo sobre un campo minado de sinceridades.

Mis verdades, como requisito, pitaron el final del encuentro.

Creo que he ganado el partido a la hondura de esta primavera, enraizada en el invierno.

Gracias a todos los que jugasteis conmigo, a todos los que no pudisteis alinearos, a Teodoro Rubio, al Hogar de Ávila, a Covadonga Morales, a mi hija, a mi madre y a ti, que siempre estás a mi lado.

No hubiera podido marcar sin un equipo.

Laura Gómez Recas
Fotografía, de Santiago Tena
(ver enlace)